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sábado, 6 de junio de 2020

LA AFECTIVIDAD CONSTRUYE RELACIONES




               LA AFECTIVIDAD CONSTRUYE RELACIONES PERSONALES



La convivencia se alimenta de conversaciones, que son la forma de intercambiar intimidades, porque son un diálogo de pensamientos y afectos. En ellas abrimos el corazón y conectamos con las personas, en especial en familia. Y no salen solas, hay que poner intencionalidad, pensar en la otra persona, viendo sus necesidades y estados, qué tema hablamos, compartiendo lo que tenemos en nuestro interior. Escuchando con el corazón.  






1) Conversar: pensar-dialogar

El primer paso es pensar previamente lo que se va a decir. Transmitir a quienes queremos algo de nuestra persona, aspectos concretos, también de la afectividad. Para conocerse y conectar, aprender a contar cómo somos por dentro, cómo nos sentimos. Qué cosas nos afectan, ilusiones y motivaciones, qué necesidades afectivas..., sobre todo en la relación en pareja. Quizá no estamos muy acostumbrados, porque, en esta sociedad del bienestar, que persigue el placer a toda costa, a veces no se piensa demasiado, ni en esa línea. Lo cual no nos hace felices, ni mucho menos libres. Es una sociedad del postureo, de la fachada, del selfie, de lo caduco y superficial. 

Lo exterior nos atrapa, pero lo interior nos construye y mejora





Qué importante es reflexionar, hacer islas de silencio en nuestro interior para pensar y conocerse. Conocerse y conocer a los demás, en las mejores actuaciones, como decía aquel gran profesor... Porque, en lo bueno hay que poner intencionalidad y esfuerzo, y las cualidades cultivadas. Lo más mediocre sale "solo" con dejarse llevar.

También silencio para pensar cómo actuar y responder. Ver si nos podemos dejar llevar de emociones, porque nos lleven a expresar en cariño, a construir relaciones, o, debemos controlar, con voluntad entrenada, porque se desbocan...





En esas conversaciones, es bueno no quedarse solo en la superficie. Profundizar en los motivos, reflexionar. Pasar de las anécdotas cotidianas, a las ideas que les dan vida, y de las ideas, a los hechos en que se encarnan... Así se aprende a pensar y se enseña a los hijos. 
        

Y conocerse es vital para mejorar, partiendo de la realidad de lo que uno es, con sus cualidades y puntos fuertes, y también los más débiles. Pero, haciendo énfasis en lo bueno, que es lo que interesa promover, y lo más específico de cada uno.

¿Cómo soy?, y ¿cómo quiero ser...?, son preguntas que debemos hacernos para apuntar a metas valiosas.

Así, crecer por dentro, que de eso se trata. Ser mejores personas, luchar por lo mejor de cada uno, con su singularidad característica. Y ayudar a los demás también, en especial en la propia familia, ámbito propio de las relaciones humanas, porque nacen del cariño. 




Y más en especial en pareja. Saber admirar sus cualidades y talentos, su esfuerzo y lucha, sus puntos luminosos, con los que nos alegra, para agradecerlos y fomentarlos. Así estimular y refrescar el amor recíproco. Es preciso cultivar el amor para que se haga fuerte y duradero, a la vez que tierno y entrañable. Que nos dé su luz y su calor en todas las circunstancias.






En esa relación con quien más queremos, ¿me atrevo a decir cómo me siento...?, o tengo "miedo" de expresar cómo soy, qué sentimientos tengo. Y, ¿me siento valorada, valorado, por el otro o, no me atrevo a dar un paso para conectar...? Y viceversa, claro. Lograr una reciprocidad.


El pensar que a uno no le van a comprender, ese miedo, impide abrirse al otro..., y ya no se habla de sentimientos, no se comprende, no se conecta. Es necesario hablar para construir la relación. Tanto en pareja como en familia. Y no solo de tareas y recibos, sino de lo que llevamos en nuestro interior, en el corazón. De nuestra afectividad. 

Para eso, aprender a poner palabras a los sentimientos y emociones, y luego hablarlo con la persona que más nos quiere. También habla el lenguaje corporal, que es mucho más claro y fiel, y se capta al momento. No engaña. Hay que cuidarlo. De cómo nos tratemos los padres, los hijos aprenden, o no, a valorar a las personas y saber tratarlas, a tener en cuenta las emociones, a comprender al otro, actuando en consecuencia. 



2) Escuchar para comprender. Confianza y empatía

Escuchar es muchas veces más importante que hablar. Saber acoger a la persona con la que estamos, que quizá quiera contar algo que le preocupa, le gusta, anhela..., o simplemente contar su día. Y necesita que la escuchen. Acoger es amar. Esto se "agrava", si es ella quien necesita hablar y contar sus sentimientos, porque de veras lo necesita. Y no siempre hay que dar una solución a lo que el otro, la otra, cuenta. Primero necesita ser escuchado, y recibir afecto. Ser "envuelta" en cariño. Luego ya vendrá el resto, si es necesario. Y no siempre lo es.


Poner esfuerzo en acoger, porque cada uno se da en la medida en que va a ser acogido. Si no, cuesta más, o se deja de hacerlo. Y la relación sufre. Esto es vital tenerlo en cuenta en pareja.

Escuchar con calma e interés crea un clima de confianza donde cada uno se puede abrir al otro sin ser "lesionado" en su intimidad. Sabe que va a ser acogido y escuchado. ¡Valorado!

Sabiendo conservar lo dicho en el corazón, para tenerlo en cuenta, y poder actuar según lo que necesite el otro. Es la forma de aprender sus gustos, de conocerle, de ayudarle, tan propio del amor. Y que, si no se pone interés y empeño, es muy difícil lograrlo.




Confianza. Confiar en otra persona es verle capaz de grandes cosas, valorarle..., admirarle, aceptarle tal como es, con sus más y sus menos. Saber que hay mucho bueno y bello en su interior que lucha por salir. Es hacerle ver su valor inmenso, la luz que porta en su interior. Creer en ella. Y acogerla en la forma en que se da: en la suya propia. 





De ahí la importancia del rostro para conocer los estados afectivos de otra persona. Su ilusión y alegría, su preocupación..., sus miedos, su cansancio, su tristeza, su enfado... Hay miles de sentimientos y tonalidades. Hay que hacer un "master" para intentar comprender el corazón humano, en especial el de los demás. Y eso se aprende en familia, desde pequeños, viendo cómo se tratan los padres. Así, tener en cuenta la opinión y los gustos de los demás, comprender, que es abrazar con el corazón, percatarse del cansancio del otro, por ejemplo, e intentar ayudarle sin que se note, con cariño y delicadeza, con una sonrisa.

Tenemos esta capacidad en nuestro interior: solo hay que desarrollarla. Poseemos unas "neuronas espejo", que ayudan a captar los estados y sentimientos de los demás. Un bebé lo aprende todo por la expresión de la madre, del padre. También a interactuar con ellos, a ver su estado afectivo. Y va aprendiendo a desarrollar esa capacidad. 



Esta red de neuronas espejo ayuda a percibir y sentir lo que están sintiendo otros, con solo verlos. Incluso a preveer su comportamiento. Es la base de la empatía, tan propia del ser humano, y de la inteligencia emocional, fundamentales en las relaciones personales.




Comprender estados afectivos, ¡qué importante!, ponernos a su disposición en lo que puedan necesitar, teniendo un alma grande, generosa, capaz de querer. De esta forma, se mejora la comunicación en familia, y en pareja, y se logra una grata convivencia al tener en cuenta al otro, a los otros, al compartir ideas, sentimientos, ilusión, trabajo en equipo…, detalles concretos. Y se puede llegar hasta lo más profundo de la persona que nos ilumina el universo entero, y nos encandila, descubriendo la dicha de estar juntos. 





3) Y ¿por qué esto es tan relevante?


La persona es un misterio, y el misterio nos abre a lo infinito

Estamos diseñados para querer y sentirnos queridos. Es una necesidad afectiva de la persona, ineludible. Sin embargo, es más propio del amor dar, que recibir, como ya apuntara Tomás de Aquino. "Lo contrario a utilizar", como señala el gran Juan Pablo II. Y es lo que nos puede hacer de veras felices.

La felicidad tiene mucho que ver con esto. Y depende de la plenitud personal de cada uno; es decir, de su capacidad de amar. Una persona que sabe querer de veras es feliz, mientras que, si es "calculadora", si solo lo hace si le conviene, no lo es tanto. Porque, la felicidad, como señala el gran humanista Tomás Melendo, es directamente proporcional a la capacidad de amar de cada persona.




Pero, en esta sociedad del bienestar, muchas veces solo preocupa el sentirse "a gustito": el placer de receptor epidérmico, superficial. Sin pensar en los motivos de fondo, sin poner esfuerzo, sin saber si nos mejora o no como personas, que en eso consiste la plenitud personal. Y sin esto, todo es aparentar, postureo y superficialidad, y no nos llena.

La felicidad va por dentro, por la persona interior que conquistamos, por la calidad personal y las virtualidades de cada uno, cultivadas. Por ser una buena persona, con su capacidad de luchar por mejorar, por lograr cualidades y virtudes, por apostar por su mejor versión. Cada uno la suya, ¡singular y específica!


El crecimiento personal es consecuencia de aprender a amar. Te lo contaba en otro post. Es lo que aporta una personalidad con belleza interior, con ese despliegue de cualidades personales, muy relacionadas con la afectividad de cada uno. Se trata de desarrollar esa capacidad en las distintas circunstancias de la vida, en familia, en pareja, con amigos... etc. 






Poniendo a la otra persona en el centro del corazón, aunque a veces requiera esfuerzo, o pueda costar infinito, incluso doler. Hay que perder el "miedo" a sufrir por alegrar a los demás, por amar en definitiva. Si no, el miedo nos quita libertad, nos hace "cobardicas", nos impide amar. Y de esa forma ¡no se puede ser feliz!

Como señalara Agustín de Hipona: "Si no quieres sufrir, no ames; pero si no amas, ¿para qué quieres vivir...?




Y la forma de ser de cada uno, su personalidad "labrada", es importante para poder ser felices. Y tiene relación con la actitud personal ante la vida, con la interpretación de sucesos, y el rumbo que tomamos ante lo que nos pasa. Un pensamiento muy certero de Elisabeth Lukas, continuadora del Viktor Frankl: "Con una actitud positiva se puede sacar provecho hasta de la situación más amenazadora, mientras que con una actitud negativa, hasta una estancia en el Paraíso puede resultar insoportable".





Personalidad. Lo tratamos en otro post, que enlazo abajo. Controlar emociones. La importancia del pensamiento para tomar las riendas de la personalidad, contando con los afectos, que nos impulsan con fuerza. Pero, los sentimientos y emociones van y vienen, no son constantes, ni tienen dirección. Hay que controlarlos con cabeza, porque, a veces son como "ciclones" que arrasan todo, y no siempre van en la dirección adecuada. 

Hay que aprender a manejarlos para aprovechar su fuerza en el sentido que queremos. Y usar la voluntad para cortar, o reconducir, los que "soplen" en otra dirección, lesionando o destrozando las relaciones personales.




Por eso, a la hora de la convivencia, es más eficaz y gratificante pensar primero en lo bueno y positivo de los demás. Cortar pensamientos negativos que erosionan el cariño, y estimulan más sentimientos negativos, que pueden anidar en el interior, y formar espirales negativas de difícil solución. 


Intentar ser optimistas, no sólo por ver el lado bueno de las cosas, sino también marcarse objetivos óptimos, en el sentido de mejores, de excelentes, pero alcanzables... Luchar por conseguirlos. Sobre todo en el trato en pareja, en la vida en familia. Así, conquistar una "familia optimista y alegre". Conseguir lo mejor de nuestras posibilidades, como personas y como familia. Descubrir todas las fortalezas de cada uno, y ponerlas al servicio de los demás..., en equipo, logrando una sinergia creciente. Poner el acento en lo bueno para agradecerlo y fomentarlo.


El dejarse llevar de las prisas, del mal humor, no favorece la comunicación ni la empatía. Hace que tengamos un trato superficial, que no comprendamos los estados del alma del otro, de los otros. Y es una pena, porque esa ternura es lo que da fuerza en el amor, y hace sentirse a cada uno entrañablemente querido, querida. Valorado y tenido en cuenta, lo cual es vital.

Hay que descubrir la importancia de los detalles en las relaciones personales. Para los que aman ¡lo pequeño siempre es grande! 




Y así, nos descubrimos como personas, y también descubrimos a los demás en sus mejores actuacionesNos quedamos con lo mejor de cada uno, que es el modo de conocerlos bien. 

Hay que aprender a perdonar lo que sea preciso, porque todos somos más vulnerables de lo que parece, y muchas veces necesitamos más cariño… Hay que liberar esos odios, rencores, culpas y prejuicios. Como dijo Walt Disney: “La vida es demasiado corta como para no perdonar…” El perdón sana el alma, y hace posible una afectividad positiva en el trato con los demás, que construye relaciones, y nos torna más felices. 








Espero que te haya gustado, y que lo compartas con amigos... ¡¡Gracias!!




                                                                               Mª José Calvo
                                                                         optimistas educando
                                                                              @Mariajoseopt 


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